Construcciones Rápidas: El Costo Oculto de la Velocidad en la Industria Inmobiliaria
En San Diego se convierten en una pesadilla para los propietarios.
En San Diego se convierten en una pesadilla para los propietarios.
En el mundo inmobiliario, la rapidez de construcción puede ser un atractivo, pero ¿qué sucede cuando la velocidad compromete la calidad? Un controvertido ejemplo de esta problemática ocurrió en San Diego en 1983, cuando un concurso publicitario destinado a demostrar la eficiencia de la industria de la construcción derivó en un drama que afecta a los propietarios de estas viviendas hasta hoy.
Lo que comenzó como un espectáculo mediático se convirtió en una fuente de frustración y problemas legales para las familias involucradas.
En un intento por promover el talento de los constructores locales, dos equipos de 300 trabajadores se enfrentaron para construir dos viviendas en tiempo récord: apenas 2 horas y 52 minutos. Televisado y comentado con entusiasmo, el evento fue un éxito mediático, apareciendo incluso en programas nacionales. Sin embargo, las casas construidas durante este evento y otras dos levantadas en una práctica previa revelaron rápidamente graves fallos estructurales y de diseño.
Las viviendas fueron vendidas sin que los compradores conocieran el origen de estas construcciones exprés. A pesar de los atractivos diseños y precios competitivos, los problemas estructurales comenzaron a manifestarse tan pronto como las familias se mudaron.
Angie y Charles van Gaasbeck, quienes adquirieron una de estas casas por $90,000, experimentaron una inundación la primera noche debido al estallido de las tuberías de agua caliente. Este incidente fue solo el inicio de una lista interminable de defectos: una losa agrietada, un techo defectuoso, paredes combadas y marcos de puertas torcidos. Incluso enfrentaron inundaciones en el patio trasero con cada lluvia y olores desagradables provenientes de un sistema de alcantarillado mal instalado.
Por su parte, Roberto y Cindy Guasch, así como Brad y Kathy Galtney, también enfrentaron problemas similares. Las fallas estructurales, como pisos desiguales y paredes deformadas, generaron constantes dolores de cabeza. Además, la preocupación por la seguridad estructural se incrementó con los frecuentes temblores en la región, dejando a los propietarios con dudas sobre la estabilidad de sus viviendas.
Los propietarios intentaron resolver sus problemas a través de múltiples vías, pero se encontraron con respuestas insuficientes o evasivas por parte del constructor, Charles Koon, y la Asociación de la Industria de la Construcción de San Diego. Según los afectados, las reparaciones prometidas nunca se completaron, dejando a las familias con viviendas plagadas de defectos.
En un caso, cuando Cindy Guasch señaló un desnivel en el piso de su sala, el constructor le sugirió colocar un mueble en la esquina para disimularlo. Comentarios similares fueron dirigidos a los Galtney, quienes recibieron recomendaciones para camuflar paredes torcidas en lugar de repararlas.
Más allá de los inconvenientes diarios, los defectos de las viviendas han complicado las finanzas de las familias. Las tasas de interés hipotecarias han disminuido, pero muchos propietarios no pueden refinanciar debido al estado de sus casas. Además, venderlas no es una opción viable, ya que la ley requiere revelar los defectos a posibles compradores, lo que hace prácticamente imposible encontrar interesados.
Ante la falta de soluciones por parte del constructor y la compañía de garantía, los propietarios han iniciado demandas. Aunque algunos, como los Guasch, lograron realizar reparaciones básicas, esto implicó gastos adicionales de miles de dólares que no deberían haber sido necesarios.
Tanto el constructor como la compañía de garantía han sido criticados por su manejo del problema. Según M.J. Brenne, portavoz de la compañía de garantía, la responsabilidad inicial recae en el constructor, quien supuestamente ofreció comprar de vuelta las casas, una afirmación que los propietarios niegan o consideran insuficiente. Mientras tanto, los afectados insisten en que su único deseo es que sus casas sean reparadas adecuadamente para ser habitables.
Este caso resalta los riesgos de priorizar la velocidad sobre la calidad en la construcción. Aunque eventos como estos pueden generar publicidad a corto plazo, las consecuencias a largo plazo son devastadoras para quienes terminan viviendo en estas propiedades. Además, muestra la importancia de contar con sistemas de garantía efectivos y transparentes que realmente protejan a los consumidores.
Para los compradores de vivienda, este caso es un recordatorio de la importancia de investigar a fondo el origen de la propiedad y realizar inspecciones rigurosas antes de comprar. Más allá del diseño atractivo y los precios competitivos, la calidad de construcción es esencial para garantizar la seguridad y el bienestar de quienes habitarán esos espacios.
Mientras los propietarios de estas viviendas continúan luchando por justicia, su experiencia debería servir como un llamado de atención para la industria de la construcción y los reguladores. Asegurar estándares de calidad en todas las etapas del proceso de construcción es crucial para evitar que otros enfrenten situaciones similares. Después de todo, una casa no es solo un lugar para vivir; es una inversión y un refugio que debe ofrecer tranquilidad, no problemas interminables.
Este caso, aunque único en su origen, resalta problemas comunes en el mercado inmobiliario: promesas incumplidas, falta de regulación efectiva y el costo emocional y financiero que estas situaciones imponen a los propietarios. La historia de estas familias subraya la necesidad de tomar decisiones informadas y exigir responsabilidad en todas las etapas del proceso de compra y construcción de viviendas.